viernes, 18 de diciembre de 2009

Diciembre 2009. Boletin 24.

Contemplemos y Recibamos a Jesús y a María en esta Navidad.
Por Blanca Aranda.

En este tiempo de Adviento en los Evangelios contemplamos a María en todo su esplendor.

Protegida ella y el Niño por José –prudente esposo- llevándolos a la ciudad de Belén para cumplir con la orden de inscribirse en un censo. (Lc 2, 4).

En las circunstancias en que se realizan el viaje y el parto, se presenta una situación de pobreza y simplicidad que nos permiten ver un reino sin honores ni poderes terrenos, que pertenece a Aquel que, en su vida pública, dirá de sí mismo: El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza (Lc 9, 58). En esa pobreza voluntaria advertimos el amor de Dios que no teme ninguna humillación y comprendemos que todas las riquezas son nada comparadas con esta riqueza única que es Cristo en medio de nosotros.

Para comprender mejor el misterio de la Navidad y de los sentimientos de la Virgen al engendrar al Hijo de Dios, seguimos nuestra lectura del evangelio de San Lucas.

La descripción del acontecimiento del parto, narrado en forma sencilla, presenta a María participando intensamente: ¨Dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre” (Lc 2, 7). La acción de la Virgen es el resultado de su plena disponibilidad para cooperar en el plan de Dios, manifestada ya en la Anunciación con su “Hágase en mí según tu voluntad¨ (Lc 1, 38).

María vive la experiencia del parto en una situación de suma pobreza: no puede dar al Hijo de Dios lo que suelen ofrecer en recursos materiales, las madres a un recién nacido; por el contrario, debe acostarlo ¨en un pesebre¨, una cuna improvisada que contrasta con la dignidad del ¨Hijo del Altísimo¨.

El evangelio explica que ¨no había sitio pare ellos en el alojamiento¨ (Lc 2, 7), coincidiendo con lo que se explica de Jesús: ¨Los suyos no lo recibieron¨ (Jn 1, 11).

Jesús, siendo rechazado por los ¨suyos¨, es al mismo tiempo acogido por los pastores elegidos por Dios para ser los primeros destinatarios de la buena nueva del nacimiento del Salvador. El mensaje que el ángel les dirige es una invitación a la alegría: ¨Os anuncio una gran alegría que lo será para todo el pueblo¨ (Lc 2 10), invitándoles a vencer todo miedo: ¨No temáis¨.

En efecto, ellos como María en el momento de la Anunciación son los primeros en contemplar en la pobreza de la cueva de Belem el nacimiento de Jesús que representa el signo de benevolencia divina y esperanza para la humanidad acercándose a Él con alegría y confianza.


A la invitación del ángel los pastores responden con entusiasmo y prontitud: “Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado” (Lc 2, 15).
Su búsqueda tiene éxito: ¨Encontraron a María a José, y al niño¨ (Lc 2, 16).

Tal vez ellos fueron llamados al pesebre para llevar consuelo a María y José, al ver a los pobres llegar a su refugio, o tal vez porque para Dios no hay alegría más grande que darse a conocer. Así, al leer estas líneas del evangelio, nosotros mismos nos contagiamos de su amor, y despierta en nosotros –al igual que en los pastores- el deseo espontáneo de ¨Contar lo que los ángeles les habían dicho de este niño (Lc 2, 17).

Los pastores han sido modelos de aquellos que se dedican más a la contemplación. Enseñan la importancia de la necesidad de una profunda relación espiritual con María, que nos permita conocer mejor a Jesús para convertirnos en heraldos jubilosos de su Evangelio de salvación.

Frente a estos acontecimientos maravillosos, San Lucas nos dice que María “observaba cuidadosamente todos estos acontecimientos y los guardaba en su corazón” (Lc 2, 19).

Mientras los pastores pasan del miedo a la admiración y a la alabanza, la Virgen, gracias a su fe que estaba más allá de cualquier vacilación, mantiene vivo el recuerdo de los acontecimientos relativos a su Hijo y los profundiza en lo más íntimo de su persona.

De ese modo, ella sugiere a otra madre: La Iglesia, para que privilegie el don y el compromiso de la contemplación y la reflexión y así nosotros podamos comprender, acoger y anunciar el misterio de la salvación a los hombres de todos los tiempos.

Durante el Adviento apreciamos la presencia de nuestra madre María Santísima, que nos trae la presencia de Jesús entretejido en su seno , aprovechando al máximo esta oportunidad para seguir creciendo en nuestra fe, no nos dejemos llevar por el ajetreo de los preparativos navideños.

Que nada nos distraiga. Meditemos en lo más profundo de nuestro corazón el misterio de la que dio a luz a la salvación del mundo: Jesucristo.


Cultura de la Vida: Una conferencia con el Dr. Salvador Abascal.

El pasado 18 de noviembre, el CAMJ, A.C. presentó una conferencia con el Dr. Salvador Abascal, titulada: “Cultura de la Vida, Impactos y beneficios para nuestra comunidad”

Después de que el Dr. José Ruíz, hiciera la presentación del Centro y su Misión, el Dr. Abascal comenzó su conferencia indicando que todos los ahí presentes, debíamos tener una inmensa gratitud por el regalo de la vida y porque tenemos una visión trascendente de la misma, contamos con valores personales y una misión de vida.

“Antes que reunirnos en torno a el mismo odio, debemos todos reunirnos en torno a un mismo amor: el amor por la vida. Somos coadyuvantes del cumplimiento de la misión que tienen esas vidas salvadas – cada nuevo bebé- ante Dios, y esa se convierte en nuestra propia misión. El mayor tesoro que una sociedad puede tener es su gente.” Y de acuerdo a el cristianismo, que según él fue la “1ª. Globalización, por unir al mundo” debemos aplicar el concepto de Subsidialidad, que consiste en “ayudar o asistir a otra(s) persona(s) hasta que sepan y hasta que tengan.” “Debemos promover y hacer uso de la cultura, que definió como “cultivar el espíritu”.

El Dr. Abascal, continúo compartiendo con los asistentes sus ideas respecto a que “la vida tiene un valor absoluto, no relativo como se le quiere entender hoy en día.”

La vida es una misión de amor y el amor es lo más importante, venimos a esta tierra para amar, no a sufrir. Si amamos no tenemos por qué llorar. El dolor humano es natural, pero también es superable, las verdaderas tragedias como los huracanes o desastres de la naturaleza son inevitables tenemos que luchar contra ese dolor, pero al dolor que es evitable debemos superarlo porque las cosas más importantes de la vida son gratis y producen alegría: el bien, la belleza, la verdad, el amor. Todo lo que perfecciona la naturaleza –de todo y de todos- es lo Bueno, es hacer el bien. Así que es bueno fijarse en no hacer nada con lo que no podamos vivir el resto de nuestra vida.”

El Dr. Abascal terminó su ponencia diciendo:”Donde el bien, abandona el terreno que le corresponde, entonces, es cuando el mal ocupa dicho espacio. El mal vive como un parásito del bien. Debemos, pues, reunirnos en torno al mismo amor para impedirlo”.


La Navidad nos invita a defender la vida.
Por: Juan Jesús Hernández

Tiempo de Navidad: Celebramos el nacimiento del niño Dios en nuestra historia y en nuestra vida, sobre la cual precisamente reflexionamos en esta hermosa época.

Dios mismo, encuentra bien encarnarse en una mujer y pasar los nueve meses del hermoso proceso de gestación viviendo al igual que nosotros esa maravillosa experiencia de amor: Amor de la madre hacia su hijo, amor del hijo hacia la madre y en este grandioso misterio de la encarnación, también el amor de Dios hacia el hombre, hacia el ser humano.

En este proceso es donde Dios bendice la vida, la santifica, la hace plena y donde el mensaje que nos trae al mundo es, no solo de esperanza, de paz y amor, sino también un recordatorio de que la vida debe defenderse siempre y en cualquier circunstancia.

La encarnación de Dios en nuestra historia no fue fácil, pasó por momentos amargos, la misma concepción fue motivo de dificultades entre María y José quien pensaba abandonarla por no entender como María estaba embarazada si no había conocido varón, pero una vez que el ángel de Dios habla con José, ellos no dudaron en aceptar las injurias del pueblo, las miradas y comentarios incómodos, tuvieron que pasar cansancio, frio y la angustia de pedir posada en el camino y ser rechazados hasta tener que habitar y dar a luz a Jesús en un establo.

Ese es un gran mensaje de amor y esperanza, pero también de fortaleza para defender el don más preciado que Dios ha dado al ser humano: LA VIDA. Cada nacimiento es una luz de esperanza para la humanidad y esa esperanza, es un nuevo amanecer, a una vida nueva llena del amor infinito de Dios nuestro Señor. ¡FELIZ NAVIDAD!


QUE DIOS HECHO HOMBRE NAZCA EN SUS CORAZONES Y EN EL DE SUS FAMILIAS Y DESPERTEMOS A UN NUEVO MAÑANA DE AMOR, PAZ Y ESPERANZA. SI QUIERES LA PAZ. ¡DEFIENDE LA VIDA!


Reflexión de Navidad.
Por Carolina Muñoz.

Una de las tradiciones más hermosas de Navidad, es la de colocar un nacimiento en nuestras casas, costumbre iniciada por San Francisco de Asís para que por medio de la contemplación de las figuras de la Sagrada Familia, lograr una evangelización más efectiva.

Sin duda Ustedes pueden identificarse con esta tradición. En mi casa, tengo un nacimiento de cerámica que es en realidad pequeño, 5 piezas: San José, Santa María -con el niño Jesús en sus brazos – y los tres reyes magos.

De la contemplación de este nacimiento, he corroborado en mi vida algunas verdades fundamentales: La primera Navidad que puse en mi casa este nacimiento, fue el año en que nació mi hija. Una mañana, de ese año me senté sola frente al nacimiento y la figura que quedaba frente a mí era la de María, con su niño en brazos. El ropaje de los reyes magos en este nacimiento es ropa reluciente, pero el de María –igual que el de José- tiene algunos parches, es ropa gastada –pensé- pero no es esto lo que llamó mi atención, lo hizo la sonrisa tan grande que tiene dibujada esta figura. María está contenta. Y luego observé el rostro del niño en sus brazos: tiene dibujada la misma sonrisa, pero su mirada está dirigida a su Madre, no al espectador del nacimiento. Vino a mi pensamiento: Así me mira mi hija cuando la estoy durmiendo.

Entonces, en ese preciso momento pude sentirme identificada con María, María como madre que acaba de recibir a su hijo y lo tiene en sus brazos, María que se siente dichosa y llena de alegría por poder ser merecedora del regalo – y la misión tan grande- de ser madre. María que ha sido elegida por Dios y lo contempla en la mirada de su hijo. Pues, este bebé, aún siendo el Santo Hijo de Dios, es a Ella a quien mira con devoción y alegría. ¿No es esta alegría la misma que compartimos todas las mujeres que hemos sido bendecidas con el don de ser madres?

Yo no pretendo compararme de ninguna manera con Ella. Pero creo comprender el sentimiento que existe en esa relación Madre-Hijo, porque gracias a que ella dijo “Sí” a que Jesús fuera concebido en su vientre y naciera, es que ahora mi hija, mi esposo y todos nosotros, podemos -también- por mérito de la muerte y resurrección del que alguna vez fuera un pequeño bebé protegido en los brazos de su dichosa Madre, decirnos hijos de Dios.

Por esta razón, nunca he vuelto a ver un nacimiento navideño de la misma manera que antes, ahora es un recordatorio de las bendiciones que el nacimiento de Jesús y la maternidad de María han traído a mi vida y a la de muchas otras personas. FELIZ NAVIDAD.