miércoles, 9 de septiembre de 2009

Septiembre 2009. Boletin 21

¿Por qué una Cultura de la Vida?
Por Carolina Muñoz

En nuestro entorno cotidiano existen –todavía- muchas personas que desconocen el término ”Cultura de la Vida”. Sucede incluso, que al mencionar esta frase puedan relacionarlo con la lucha contra el aborto, lo cual podría ser correcto, pero el término es aún más amplio.

Este desconocimiento sorprende, porque es precisamente la ausencia de una Cultura de la Vida lo que deja lugar a su contrario: Una cultura de muerte, es lo que está dañando seriamente nuestra sociedad al grado de ser presas del miedo, la inseguridad y la incertidumbre, no sólo en nuestra Ciudad, sino en todo el país. Como lo explica el Cardenal Alfonso López Trujillo en La Tensión entre la Cultura de la Vida y la Cultura de la Muerte en la Evangelium Vitae:

La "cultura de la muerte" muestra que el desbarajuste no es espontáneo. Es fruto de una mentalidad que se ha ido creando, como efecto de una deseducación sistemática, tendiente a sepultar los valores del evangelio y morales. Esta "cultura", la mentalidad anti-vida ((Ver Familiaris consortio, 30) , muestra que hay una nueva manera de ver la situación que obedece a una profunda distorsión.

No nos hallamos solamente frente a dramas personales inmensos de personas acosadas por los acontecimientos o presiones, o abandonadas, sino que esta situación adquiere nuevas proporciones de alcance social y que obedecen a proyectos políticos, sociales y económicos que, en su conjunto, conforman una cultura signada por la deshumanización.

Hemos dejado de interesarnos. Y no sólo es un desinterés por ofrecer –y exigir- opciones políticas que motiven el desarrollo humano, en lugar de acabarlo con soluciones simplistas motivadas por el dinero y las faltas de ganas de trabajar.

Llegamos a grados más alarmantes al desinteresarnos por nosotros mismos y nuestra familia ¿Cómo? Hemos dejado de buscar medios para formar personas conscientes de su propio valor humano y el de los demás. ¿Acaso, no hemos dejado la completa educación de nuestros hijos a manos de guarderías y escuelas? ¿No hemos preferido que sean el gobierno, la TV, el internet, el cine, etc., quienes se encarguen de educar y orientar a nuestros hijos? Y peor: Una educación como si el aspecto sexual y el valor monetario fueran los únicos aspectos de valor en una persona.

Permitimos que se les diga: Chicos, la vida es exclusivamente para disfrutar y para ello necesitas mucho dinero rapidito y obedecer a tu cuerpo. Dedícate a ello y serás exitoso. Afirmamos sin palabras que “El fin justifica los medios” cuando en realidad para construir una sociedad en verdad justa, desarrollada y de valor necesitamos de todo lo contrario. Hemos creado nosotros mismos las condiciones de pobreza en la que nos encontramos, e irónicamente no queremos conocer ni acercarnos a los niveles más pobres y desprotegidos de nuestro entorno.

Y luego, nos encontramos justo donde estamos ahora: Quejándonos de la corrupción de la sociedad, llena de jóvenes, hombres y mujeres que ya no valoran la vida humana, capaces hasta de matar por obtener un dinero fácil, viviendo promiscuamente, dedicados al vicio o al crimen, sin respeto a la vejez ni ganas por llegar a viejos. Evitando cueste lo que cueste encontrarse con el sufrimiento propio o ajeno y el esfuerzo “que va más allá” : El de la educación moral en los valores y virtudes –que Dios mismo nos ha mostrado-, el del trabajo honrado, el del sacrificio por los demás.

Si ya estamos hartos, si en verdad nos damos cuenta que es nuestra vida –y la de los demás- la que está siendo gravemente afectada, entonces comencemos por tomar medidas distintas a las ya tomadas. Interesémonos. En el pobre, en el débil, en el desprotegido, en el menor. En la vida, no en la muerte. Si optamos por conocer y defender la vida no hay error : Nuestro valor como personas, consiste en que somos creados a imagen y semejanza de Dios, el Creador y la Fuente Eterna de Vida. Ese es el principio que hay que seguir, la dignidad que todos debemos buscar.



Amar la Vida.
Por Raquél López Dorado

Hace poco, he recibido la pregunta de moda: ¿Cuál es tu opinión acerca de la Cultura de la Vida? Claro que desde mi punto de vista como esposa, madre y ama de casa. La respuesta debiendo ser tan sencilla, la hemos complicado con un sin fin de eufemismos a causa de esta sociedad que se ha vuelto tan materialista y laicista.

La cultura de la vida es; amar la vida misma como lo enseña nuestra amada iglesia desde "la concepción hasta el ocaso natural".

Esta frase tan pequeña encierra una ideología tan grande, un sentido común, una verdad tan absoluta como Dios. Y lo que hay en éste fascinante trayecto es un gran milagro, un ser humano único e irrepetible.

Recibir a un hijo con el mayor de los anhelos es dar ese sí a la vida, sin agobiarse por el qué dirán, por lo económico o lo emocional, pues hoy en día tener tres hijos son suficientes, pero –ante los ojos de la sociedad- cuatro o más es una irresponsabilidad.

Nuestro compromiso es con Dios, que vamos a responder ante Él, por lo que hicimos por nuestros hijos, no hacia el mundo. Fuimos creados para ser transmisores de vida y estamos capacitados para amar y educar a los hijos que hemos recibido de acuerdo al plan de Dios.

Cultura de la vida es aceptar la voluntad de Dios: Los hijos se engendran en el corazón y estamos capacitados para amar aún a aquellos que no fueron concebidos en nuestro propio seno y dar amor a quienes carecen de él por las circunstancias adversas que hayan vivido.

Amar la vida es también amar el sufrimiento pues ante la enfermedad sucumbimos, nos rendimos sin saber que eso nos acerca más a Dios y compartimos con Él su sufrimiento en el calvario. No es fácil ser quién padece la enfermedad, ni mucho menos ser quien asiste al enfermo y lo cuide con amor y paciencia, pero eso engrandece los corazones de quienes soportan el peso de esa cruz.

Amar la vida es conmoverse por quien pierde la vida y por quien sufre la pérdida de un ser querido, sobre todo si fué arrebatado en forma inesperada y violenta, también es amar al pecador pero aborreciendo su pecado pues es Dios quien dá y quita la vida y es Él quien juzga, nosotros no somos quienes para enjuiciarlos.

Cultura de la vida es perseverar en lo correcto de acuerdo al plan de Dios, sin dejarnos llevar por los eufemismos que solo esconden la terrible realidad, al aborto se le llama "derecho a decidir", la homosexualidad es "preferencia sexual", la unión homosexual es "sociedad de convivencia", la eutanasia es una "muerte digna". No nos dejemos engañar, construyamos un mundo de paz y equidad en la verdad, levantemos nuestra voz y digamos ¡Sí a la vida, Sí al amor de Dios!


Acciones para una Cultura de la Vida.
Mensaje de Los Obispos de la Subcomisión Episcopal para la familia y defensa de la Vida en España. 19 de marzo, 2007. Fragmento.


1. La primera acción de promoción de una cultura de la vida es la atención a las situaciones donde la vida de una persona está en peligro. No basta que animemos a una mujer a que se sobreponga a las presiones que la empujan al aborto si no le ofrecemos los medios para ello.

2. Es necesario, sobre todo, fomentar entre los propios católicos una experiencia de fe, es decir, del reconocimiento de la presencia de Cristo entre nosotros, verdadera y fiel. Tan verdadera y fiel que pueda determinar todas las dimensiones de nuestra vida, como para que haga resplandecer en nosotros el amor a la propia vida y la gratitud por ella, y como para suscitar en nosotros la voluntad de ayudar y sostener siempre el amor a la vida de los demás, tratando de hacerlo posible con nuestro testimonio del amor de Cristo y con nuestro afecto.

Llamar a esta experiencia de fe es llamar a la conversión. Todos contribuimos a la cultura de la muerte cuando nos sometemos a la mentalidad consumista, cuando hacemos del poder, del dinero, del estatus o del éxito social, los criterios que rigen el valor de la vida humana. Por eso, la conversión es siempre la primera responsabilidad de los católicos en relación con la vida.

3. Es necesaria también la presencia de intelectuales que propongan una cultura de la vida, que sean capaces de generar una argumentación adecuada a nuestro tiempo y que pueda iluminar la conciencia social. Personas públicas que se comprometan por la causa de la vida. Instituciones académicas, universitarias y culturales que promuevan en nuestra sociedad el valor de la vida

4. Una cultura de la vida, si es verdadera y no sólo un eslogan ideológico, incidirá necesariamente en la política. Un pueblo que ama la vida actúa sobre los partidos políticos que han de representarle para que propongan en sus planes electorales y luego desarrollen una legislación donde el valor de la vida sea protegido y promovido

5. Hay que generar una cultura de la dignidad de la persona enferma y del valor de su vida, que despierte en nuestra en nuestra sociedad la conciencia de la inmoralidad de la eutanasia. Para ello la Declaración de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española titulada La eutanasia es inmoral y antisocial puede ser un instrumento útil.


Tenemos que ofrecer nuestro apoyo, compañía, y los medios médicos lícitos para aliviar el dolor y sufrimiento de los enfermos cuya vida sufre un grave deterioro. A la vez que les descubrimos el valor de su sufrimiento unido a la Cruz de Cristo, tenemos que sostenerles en su lucha contra la tentación de la desesperación o el suicidio y aliviar su sufrimiento con los medios que la actual medicina paliativa nos ofrece.